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A todos nos cuesta seguir al pie de la letra los tratamientos o recomendaciones establecidas por un profesional sanitario.

Generalmente, no pensamos más allá y no somos capaces de entender lo que implica esta falta de adherencia, no solo a nivel particular sino en el sistema sanitario.

En muchos casos son los pacientes crónicos y polimedicados los que acusan un mayor incumplimiento de las terapias, ya sea por decisión propia, por olvidos o confusiones con la medicación.

Obviamente, otra razón de este mal seguimiento de los tratamientos recae en la falta de tiempo que tanto los médicos como el resto de profesionales en ocasiones tenemos para nuestros pacientes.

Este tiempo reducido hace que no hagamos las preguntas adecuadas para conocer la relación que tiene cada individuo con su terapia y no ahondemos en la causa de esa falta de adherencia. Evidentemente, no todo lo podemos achacar a la despreocupación o la indisciplina, sino que puede haber detrás efectos secundarios que no estemos sabiendo entender.

De hecho, el incumplimiento terapéutico no solo se ciñe al tratamiento, sino también a todas las recomendaciones higiénico-dietéticas que ayudan a controlar una patología.

Además, esta mala relación con la terapia al final repercute en el gasto sanitario de forma directa. Suele acarrear pruebas innecesarias, cambios de tratamiento, modificaciones de dosis, consultas con especialistas evitables, incluso ingresos hospitalarios.

Todo esto se traduce a nivel de nuestro sistema sanitario en millones de euros anuales. Un gasto especialmente importante en paciente crónicos y polimedicados.

¿Cómo podemos resolver esta situación?

Para conseguir que el paciente tenga una mejor relación con la medicación, con las recomendaciones que le hacemos y, obviamente, para reducir las consecuencias en la salud que esto pueda tener es fundamental el trabajo coordinado entre los distintos profesionales sanitarios (médicos/as, enfermeros/as y farmacéuticos/as).

También es muy importante conseguir la implicación y concienciación del propio paciente y los familiares/cuidadores. Cuando se consigue que paciente y familiares/cuidadores comprendan la/s patología/s, el objetivo de cada tratamiento y las complicaciones que puede tener a largo plazo llevar mal un tratamiento es más sencillo que se corrijan los errores que se están cometiendo.

La figura del farmacéutico una solución.

Por ello, la figura del farmacéutico puede ser una solución aún no explotada eficientemente. Desde la farmacia podemos hacer un trabajo muy útil a la hora de detectar estos malos hábitos con las terapias.

Esto se debe a que el farmacéutico se ve como un profesional cercano que tiene un trato muy habitual con el paciente. Suele ser una figura que no solo conoce la terapia del paciente, sino sus costumbres y preferencias, que conoce a familiares/cuidadores y a quien se suele recurrir, por su proximidad, para pedir consejo.

De hecho, es un perfil altamente cualificado para asesorar al paciente, hacer un seguimiento del tratamiento y evaluar la relación que el individuo tiene con la medicación.

Por eso, debemos fomentar una relación estrecha entre este profesional sanitario, el personal de enfermería y el/los médico/s. De este modo habrá un flujo de información continuo que permitirá valorar los tratamientos prescritos para cada paciente.

También es un profesional capacitado para hacer la revisión de las terapias que se sigue teniendo pautadas (pero que no se están tomando desde hace tiempo) de tal forma que se eliminen de la prescripción aquellas que no se estén utilizando, e incluso podría informar al médico de aquellos fármacos de venta libre que habitualmente el paciente suele consumir.

Además, somos una herramienta útil dentro de lo conocido como patient journey, o recorrido clínico del paciente, en el que poder apoyarse también para transmitir conocimientos sobre los medicamentos, las patologías o, incluso, para hacer llegar recomendaciones higiénico-sanitarias o realizar seguimientos rutinarios de la salud del paciente.

En definitiva, podemos llegar a ser un pilar fundamental dentro de todo este recorrido, así que empecemos a reforzar la comunicación entre todos los profesionales implicados para asegurar el buen estado de salud del paciente y optimizar el gasto sanitario que cada individuo puede suponer.

La pieza que falta para acabar con la mala adherencia a los tratamientos está ahí mismo, solo tenemos que aprender a utilizarla bien.

Fuentes:

https://www.blogdesalud.riberasalud.com/conoces-las-consecuencias-del-incumplimiento-terapeutico/

http://fedhemo.com/que-es-la-hemofilia/tratamiento/adherencia-al-tratamiento/

https://www.infosalus.com/asistencia/noticia-mala-adherencia-terapeutica-pacientes-cronicos-supone-coste-11250-millones-20160701132927.html

A todos nos cuesta seguir al pie de la letra los tratamientos o recomendaciones establecidas por un profesional sanitario.

Generalmente, no pensamos más allá y no somos capaces de entender lo que implica esta falta de adherencia, no solo a nivel particular sino en el sistema sanitario.

En muchos casos son los pacientes crónicos y polimedicados los que acusan un mayor incumplimiento de las terapias, ya sea por decisión propia, por olvidos o confusiones con la medicación.

Obviamente, otra razón de este mal seguimiento de los tratamientos recae en la falta de tiempo que tanto los médicos como el resto de profesionales en ocasiones tenemos para nuestros pacientes.

Este tiempo reducido hace que no hagamos las preguntas adecuadas para conocer la relación que tiene cada individuo con su terapia y no ahondemos en la causa de esa falta de adherencia. Evidentemente, no todo lo podemos achacar a la despreocupación o la indisciplina, sino que puede haber detrás efectos secundarios que no estemos sabiendo entender.

De hecho, el incumplimiento terapéutico no solo se ciñe al tratamiento, sino también a todas las recomendaciones higiénico-dietéticas que ayudan a controlar una patología.

Además, esta mala relación con la terapia al final repercute en el gasto sanitario de forma directa. Suele acarrear pruebas innecesarias, cambios de tratamiento, modificaciones de dosis, consultas con especialistas evitables, incluso ingresos hospitalarios.

Todo esto se traduce a nivel de nuestro sistema sanitario en millones de euros anuales. Un gasto especialmente importante en paciente crónicos y polimedicados.

¿Cómo podemos resolver esta situación?

Para conseguir que el paciente tenga una mejor relación con la medicación, con las recomendaciones que le hacemos y, obviamente, para reducir las consecuencias en la salud que esto pueda tener es fundamental el trabajo coordinado entre los distintos profesionales sanitarios (médicos/as, enfermeros/as y farmacéuticos/as).

También es muy importante conseguir la implicación y concienciación del propio paciente y los familiares/cuidadores. Cuando se consigue que paciente y familiares/cuidadores comprendan la/s patología/s, el objetivo de cada tratamiento y las complicaciones que puede tener a largo plazo llevar mal un tratamiento es más sencillo que se corrijan los errores que se están cometiendo.

La figura del farmacéutico una solución.

Por ello, la figura del farmacéutico puede ser una solución aún no explotada eficientemente. Desde la farmacia podemos hacer un trabajo muy útil a la hora de detectar estos malos hábitos con las terapias.

Esto se debe a que el farmacéutico se ve como un profesional cercano que tiene un trato muy habitual con el paciente. Suele ser una figura que no solo conoce la terapia del paciente, sino sus costumbres y preferencias, que conoce a familiares/cuidadores y a quien se suele recurrir, por su proximidad, para pedir consejo.

De hecho, es un perfil altamente cualificado para asesorar al paciente, hacer un seguimiento del tratamiento y evaluar la relación que el individuo tiene con la medicación.

Por eso, debemos fomentar una relación estrecha entre este profesional sanitario, el personal de enfermería y el/los médico/s. De este modo habrá un flujo de información continuo que permitirá valorar los tratamientos prescritos para cada paciente.

También es un profesional capacitado para hacer la revisión de las terapias que se sigue teniendo pautadas (pero que no se están tomando desde hace tiempo) de tal forma que se eliminen de la prescripción aquellas que no se estén utilizando, e incluso podría informar al médico de aquellos fármacos de venta libre que habitualmente el paciente suele consumir.

Además, somos una herramienta útil dentro de lo conocido como patient journey, o recorrido clínico del paciente, en el que poder apoyarse también para transmitir conocimientos sobre los medicamentos, las patologías o, incluso, para hacer llegar recomendaciones higiénico-sanitarias o realizar seguimientos rutinarios de la salud del paciente.

En definitiva, podemos llegar a ser un pilar fundamental dentro de todo este recorrido, así que empecemos a reforzar la comunicación entre todos los profesionales implicados para asegurar el buen estado de salud del paciente y optimizar el gasto sanitario que cada individuo puede suponer.

La pieza que falta para acabar con la mala adherencia a los tratamientos está ahí mismo, solo tenemos que aprender a utilizarla bien.

Fuentes:

https://www.blogdesalud.riberasalud.com/conoces-las-consecuencias-del-incumplimiento-terapeutico/

http://fedhemo.com/que-es-la-hemofilia/tratamiento/adherencia-al-tratamiento/

https://www.infosalus.com/asistencia/noticia-mala-adherencia-terapeutica-pacientes-cronicos-supone-coste-11250-millones-20160701132927.html